Más sobre los perros en CU (sólo un poco) (Nota públicada en edición electrónica de Revista EMEEQUIS Nº 261)

Más sobre los perros en CU (sólo un poco)

Sentido reconocimiento a quienes leen mis textos

Daniel Cazés Menache

(Nota públicada en edición electrónica de Revista EMEEQUIS Nº 261)

Colaboro en MX desde el primer número, como antes lo hice en varios diarios capitalinos. Esto significa muchos, muchos artículos desde 1978. Y sin embargo, durante las dos semanas que pasaron me sucedió algo que jamás habría esperado.

He escrito sobre temas polémicos, y he manifestado convicciones que siempre temí que serían discutibles, atacables, censuradas. Por ejemplo por la forma en que se conduce a menudo nuestra UNAM, y también sobre las congregaciones y peregrinaciones de masas religiosas encabezadas por algún pastor evangélico o algún cura católico que no ha llegado a serlo. Ninguna transformación social ni política podrá venir, he sostenido, de la fe en creencias y profetas. También me he ocupado de lo que se ha dado en llamar matrimonio entre homosexuales, y más que nada sobre la visión radical, casi terrorista, según la cual las mujeres son seres humanos.

Pero todo eso ha dejado poco más o menos indiferentes a quienes se molestan en leerme, si es que existen personas que lo hagan.

También he hablado del Vaticano y su pastor tan criticado hoy en día por los contribuyentes españoles obligados a pagar sus paseos de apoyo al señor Rajoy y su secta franquista.

Varias veces escribí sobre aves de rapiña: sobre la que representa a Huitzilopochtli devorando a Quetzalcóatl, que es el símbolo de la patria junto con un canto bélico y religioso de interpretación obligada todos los días por radio y televisión; y también de las aves de presa en encuadran al mapa de América Latina con la interpretación que hizo Vasconcelos de la raza y el espíritu.

Pero hasta ahora nunca había recibido tal cantidad de mensajes censurando mi texto sobre los perros en los terrenos del nuestro patrimonio cultural universal y universitario. Mi primera conclusión es que quienes leen esta revista, al menos en una cantidad notable, conforman una sólida comunidad canófila que, créanlo o no, llega a reivindicar como un derecho humano inalienable que nadie tenga una opinión, digamos negativa, de los perros. Yo sabía, y así lo advertí, que mi posición crítica sería minoritaria, pero nunca imaginé que tendría como efecto la cantidad y lo inaudito de los insultos que recibí. Claro que también aprendí muchas cosas que ignoraba. No me quejo, pero hubiera preferido un debate y no condenas tajantes e inapelables. Relato algunas de ellas para mantener informados a mis fieles lectores y lectoras. Aunque he llegado a atemorizarme porque algunas del centenar de cartas que recibí podrían parecer amenazantes y anticipar algún cateo inesperado, he resuelto que, sin poner en aprietos a nadie dando nombres, ésta sí es información de la buena: vale la pena conocerla, aunque seamos un abrumadora minoría los que la ignoremos.

Se me ha llamado xenófobo porque se entendió que no soporto a los perros en relaciones humanas. En efecto, no soporto esas relaciones, en especial a los seres humanos cuando las exhiben en público, frente a mi.

Se me ha dicho también que debo bajar la panza para mirara al suelo y pasar plácidamente junto a la mierda sin embarrarme.

Y desde luego se me ha explicado con hígado prolijo, que los perros son la fuente del amor humano y también de la espiritualidad. Es decir, que sin los perros no existiría ni lo que nos caracteriza como Homo sapiens ni la inspiración de los santos que levitan.

Es posible que todo eso sea cierto y que y, necio y ciego, sea incapaz de percibir algo más que el bestialismo y la zoofilia disfrazadas de paseos por el campus y palabras de un ternura que no parecen merecer los niños que acompañan a los que portan el collar o lo sueltan a discreción, con la seguridad de que las heces caninas son esencias perfumadas y de visión exaltada.

Si sé que la hidrofobia es una enfermedad infecciosa que causa muertes de personas por ataques inesperados; lo único que sostengo es que hay que observar el momento en que aparece como rebeldía de un mamífero carnicero sometido al consumo de croquetas.

Bueno, pues sostengo mis opiniones y acepto que todo mundo tenga opiniones contrarias sin necesidad a que nadie deje estallar sus sentimientos y sus convicciones inquisitoriales.

Mientras, he comenzado a integrar un archivo con los mensajes que he recibido para ver si un día de éstos puedo hacer un análisis científico de ese discurso y de la fe incuestionable que expresa.

Sólo espero que ninguna autoridad universitaria, para rentabilizar el nosocomio para bestias, no vaya a regalarnos un perro a cada una de las 316 mil personas que integran el estudiantado de la UNAM, y otro más a los 50 mil miembros del personal académico, administrativo, de confianza y de servicios.

 

Un comentario el “Más sobre los perros en CU (sólo un poco) (Nota públicada en edición electrónica de Revista EMEEQUIS Nº 261)

  1. Ni modo, doc, matas a un perro y te llaman mataperros toda la vida. Lo peor es que por defender lo evidente, se omite lo necesario. Lo bueno es que hay quienes te conocemos bien como para saber para dónde tiraste la piedra.
    Un saludo.

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